Ayer mi kioskera (jolines, esto se escribe así?) estaba cabreada. Mu’ cabreada. Bueno, la verdad es que no es nada nuevo en ella. La buena mujer tiene un carácter especial, por no decir un poco raro, pero vaya, resulta que esta vez creo que tenía un poco de razón. Pero claro, en alguien que cada vez que vas te suelta que está hasta las narices, pues como que una queja más no te sorprende. Un día vas a por tu periódico y te suelta una parrafada de que está negra con la distribuidora de La Vanguardia, que llevan 4 días sin llevarle todos los ejemplares que necesita para todos los suscriptores; otro día que si ha guardado no sé cuantos El País y al final del día sus “dueños” no se los han pasado a recoger; que si empiezan a hacer colecciones y luego las editoriales dejan colgada a la gente y ella se lleva las reprimendas…. Vaya, un panorama en el mundo de la prensa y el Kiosko de este país que para qué contaros…
Pero hay que reconocer que el cabreo con el que me recibió ayer por la mañana, tenía toda la razón de ser. Resulta que mi kioskera no tiene un kiosko al uso. Es decir, de esos que parecen una seta en medio de una plaza o una avenida ancha, con las paredes de cristal y forrado con las portadas de las revistas. El kiosko de mi kioskera en una tienda pequeñita, que cuando entras tienes que bajar un escalón. A lado y lado las paredes están llenas de estanterías, y en frente, al fondo un pequeño mostrador. La verdad es que no es muy grande, y su limitación de espacio es lo que más nerviosa pone a su dueña. No es que no haya sitio para todo, pero es que los “malditos coleccionables”, como los llama ella, están poniendo el peligro el poder moverse con relativa soltura dentro del pequeño establecimiento. La fiebre de las colecciones empieza en octubre. Los calores veraniegos se han terminado, los niños ya están de vuelta en la escuela, y hay gente que se aburre como una ostra en su casa. Estos son los clientes potenciales para tan (a mi criterio), infame derroche de energía y dinero. ¡Pero por el amor de Dios! ¡A quién se le ocurre hacer una colección de gatitos de porcelana! ¡Y de piedras del mundo! ¡Y de plumas para escribir! ¡Y de coches en miniatura! Pero si al final te acaba costando una puñetera pasta, te ocupa un montón de espacio, se te llena estúpidamente de polvo, y lo más importante de todo: ¡no sirve para absolutamente nada! Nunca entenderé esa afición por ciertos individuos por coleccionar, o más bien, “amontonar” objetos inservibles sin ninguna causa o motivo aparente. Y creo que es lo mismo que piensa mi kioskera, pero en este caso, más cabreada aún por lo que para su negocio significa. La tienda se le llena de trastos inservibles, a lo que se le suma los “regalos” de algunas revistas de moda y los inevitables coleccionables de los periódicos. Pero en qué país, si no es este, se nos acudiría regalar (eufemismo bajo el que se esconde la máxima: tienes que comprar el periódico toda la pu… semana para guardar un coñazo de vales que luego tienes que cambiar por el regalo en cuestión por el que además tienes que volver a “apoquinar” más pasta). Este es el tema. Ayer, la buena mujer, estaba que se subía por las paredes. Eran las diez de la mañana, bastante prontito para ser domingo, y servidora tenía que ir a trabajar (porque soy una pringada y trabajo los fines de semana, un día os contaré donde). Me llegué a buscar el periódico, y me la encontré todo atareada, y echando sapos y culebras por la boca. Le acababan de traer una montaña de coleccionables, y eso unido a los mil y un regalos que te dan los periódicos los fines de semana, tenía una pinta bastante desquiciante. La buena señora con los albaranes en la mano, haciéndose un verdadero lío con los cacharros y cacharritos que tenía esparcidos por el mostrador. Que si libros de no sé qué autor; que si piedrascas de no sé que narices de colección; que si “crea tu propio collar con abalorios”; que si los cubiertos de “menganito” con el periódico tal…. Un follón….. Madre mía que follón! Y con toda la razón del mundo! Yo me pregunto si en todos los países europeos pasa lo mismo. Porque una cosa es que un periódico te regale un libro o un dvd, pero que te puedas hacer con una bajilla diseñada por Ferrán Adrià! Eso es de juzgado de guardia!
Pero hay que reconocer que el cabreo con el que me recibió ayer por la mañana, tenía toda la razón de ser. Resulta que mi kioskera no tiene un kiosko al uso. Es decir, de esos que parecen una seta en medio de una plaza o una avenida ancha, con las paredes de cristal y forrado con las portadas de las revistas. El kiosko de mi kioskera en una tienda pequeñita, que cuando entras tienes que bajar un escalón. A lado y lado las paredes están llenas de estanterías, y en frente, al fondo un pequeño mostrador. La verdad es que no es muy grande, y su limitación de espacio es lo que más nerviosa pone a su dueña. No es que no haya sitio para todo, pero es que los “malditos coleccionables”, como los llama ella, están poniendo el peligro el poder moverse con relativa soltura dentro del pequeño establecimiento. La fiebre de las colecciones empieza en octubre. Los calores veraniegos se han terminado, los niños ya están de vuelta en la escuela, y hay gente que se aburre como una ostra en su casa. Estos son los clientes potenciales para tan (a mi criterio), infame derroche de energía y dinero. ¡Pero por el amor de Dios! ¡A quién se le ocurre hacer una colección de gatitos de porcelana! ¡Y de piedras del mundo! ¡Y de plumas para escribir! ¡Y de coches en miniatura! Pero si al final te acaba costando una puñetera pasta, te ocupa un montón de espacio, se te llena estúpidamente de polvo, y lo más importante de todo: ¡no sirve para absolutamente nada! Nunca entenderé esa afición por ciertos individuos por coleccionar, o más bien, “amontonar” objetos inservibles sin ninguna causa o motivo aparente. Y creo que es lo mismo que piensa mi kioskera, pero en este caso, más cabreada aún por lo que para su negocio significa. La tienda se le llena de trastos inservibles, a lo que se le suma los “regalos” de algunas revistas de moda y los inevitables coleccionables de los periódicos. Pero en qué país, si no es este, se nos acudiría regalar (eufemismo bajo el que se esconde la máxima: tienes que comprar el periódico toda la pu… semana para guardar un coñazo de vales que luego tienes que cambiar por el regalo en cuestión por el que además tienes que volver a “apoquinar” más pasta). Este es el tema. Ayer, la buena mujer, estaba que se subía por las paredes. Eran las diez de la mañana, bastante prontito para ser domingo, y servidora tenía que ir a trabajar (porque soy una pringada y trabajo los fines de semana, un día os contaré donde). Me llegué a buscar el periódico, y me la encontré todo atareada, y echando sapos y culebras por la boca. Le acababan de traer una montaña de coleccionables, y eso unido a los mil y un regalos que te dan los periódicos los fines de semana, tenía una pinta bastante desquiciante. La buena señora con los albaranes en la mano, haciéndose un verdadero lío con los cacharros y cacharritos que tenía esparcidos por el mostrador. Que si libros de no sé qué autor; que si piedrascas de no sé que narices de colección; que si “crea tu propio collar con abalorios”; que si los cubiertos de “menganito” con el periódico tal…. Un follón….. Madre mía que follón! Y con toda la razón del mundo! Yo me pregunto si en todos los países europeos pasa lo mismo. Porque una cosa es que un periódico te regale un libro o un dvd, pero que te puedas hacer con una bajilla diseñada por Ferrán Adrià! Eso es de juzgado de guardia!
7 comentarios:
Pobre mujer. Yo conocía un quiosco (según Wikipedia, se acepta esta ortografía, la tuya, Kiosco y glorieta como sinónimos) parecido al que describes (aunque ya cerró hace unos años) y la verdad es que son un caos cuando los pillas en pleno proceso de organización.
Nosotros hemos comprado el ABC no sé cuantos domingos porque hacían una colección de DVDs de películas de Cary Grant y nos hemos quedado sin el último!! Ahora tenemos que mover cielo y tierra para conseguirlo.
Emma, ¿de qué trabajas?
Y... pobre señora. ¿pero hace falta que te caiga todo el rapapolvo a ti?
XD
Que deje las colecciones y ponga un estanco. Seguro que gana mas, porque si si, lo de las colecciones tiene delito, figuritas de cristal, etc, etc...
Un beso
Hola desconocida!! que ilusión que te hayas fijado en nuestro blog. Me ha encantado lo que pusiste sobre Angel González, que me gusta tanto como Forges, o más.
Un beso, te seguiré leyendo..
Holaaaaaaaaa!!
Sigo por aquí pero he perdido la inspiración y lo poco que se me ocurre escribir no vale la pena :S
Así que me decico al Fotolog, que no necesita palabras :)
Tu en cambio estás hecha una campeona últimamente... que productividad jejeje!!
Besos,
Lost
¡Hola! soy otra de las partes de "Botellon en Tiffany's", nos encantó tu comentario, que lo sepas :)
Así que ya sabes, tienes tres seguidores más.
Un saludito.
(...yo prefiero "quiosquera", igual que prefiero el "güisqui" que el "whisky", manías... ) :P
ja,ja..pues creo que deberia usar toda esa cantidad de colecionables para amontonarlos delante del escalon y formar una rampa para anularlo.Se ahorraria el trabajo y la gente de tu barrio le sacaría alguna utilidad.Se animarian a entrar al ver la tienda despejada y el facil aceso.Ella estaría de buen humor y a ti no te calentaria la cabeza.
Ah...y te evitarias que gente como yo dijera tonterias,je,je.
BESOS,Emma.Perdona pero es que es lo primero que he leido despues de levantarme y se me va un poco la perola todavia.Si te sirve de consuelo,yo tambien trabajo los findes y los festivos.Soy de los que libra entre semana cuando no lo hace casi nadie,ja,ja
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