El relato nos lo trae Iván desde El Rincón del Blogodependiente.
Sin palabras de Jerry.
-Te lo juro mamá –replicó la niña insistentemente. Su madre la miraba sin poder evitar una ligera sonrisa-. Jerry puede hablar.
El hámster degustaba una pipa, ajeno a la conversación, tras la cual se atusó vigorosamente los bigotes. Madre e hija lo miraban expectantes sin que las ansiadas palabras se produjeran.
-Es hora de que te vayas a la cama. Empieza a ser tarde.
-¡Pero mamá…!
-Estoy muy cansada. Llévate a Jerry a tu habitación y métete en la cama. Ahora iré a arroparte.
La niña marchó enfurruñada llevándose consigo la jaula del hámster mientras éste mullía su pequeño lecho de algodón. Entró en su dormitorio, colocó la jaula con su inquilino encima de la mesita de noche y se metió dentro de la cama apartando las mantas hacia un lado.
-¿¡Por qué no has hablado!? –preguntó furiosa dirigiéndose al hámster-. Mamá no me ha creído. ¡Tenías que haber hablado con ella!
-Eso no serviría de nada –comentó el hámster. Avanzó hacia los barrotes y se irguió agarrándose a ellos-. Puede que se volviese loca al oír hablar a un ratón. Seguramente pensaría que mi voz es fruto de su imaginación.
-¡Pero yo te escucho!
La madre entró en el dormitorio interrumpiendo el diálogo y se acercó hasta la niña alcanzándole uno de sus osos de peluche. Ésta lo abrazó con fuerza.
-Duerme tranquila –susurró mientras la arropaba-. Mañana tienes que levantarte pronto para ir al colegio.
-Pero…
-Ponte a dormir. Mañana me cuentas lo que quieras.
Acto seguido la madre marchó de la habitación apagando la luz y cerrando la puerta tras sus pasos. La niña quedó en penumbras mientras los pensamientos golpeaban con insistencia su cabeza. “¿Por qué no has hablado delante de mamá?”, pensó apretando aún más fuerte al muñeco. “Sé que puedes hacerlo. No es mi imaginación”.
-Yo creo que sí –replicó una vocecita proveniente de sus brazos-.
El hámster degustaba una pipa, ajeno a la conversación, tras la cual se atusó vigorosamente los bigotes. Madre e hija lo miraban expectantes sin que las ansiadas palabras se produjeran.
-Es hora de que te vayas a la cama. Empieza a ser tarde.
-¡Pero mamá…!
-Estoy muy cansada. Llévate a Jerry a tu habitación y métete en la cama. Ahora iré a arroparte.
La niña marchó enfurruñada llevándose consigo la jaula del hámster mientras éste mullía su pequeño lecho de algodón. Entró en su dormitorio, colocó la jaula con su inquilino encima de la mesita de noche y se metió dentro de la cama apartando las mantas hacia un lado.
-¿¡Por qué no has hablado!? –preguntó furiosa dirigiéndose al hámster-. Mamá no me ha creído. ¡Tenías que haber hablado con ella!
-Eso no serviría de nada –comentó el hámster. Avanzó hacia los barrotes y se irguió agarrándose a ellos-. Puede que se volviese loca al oír hablar a un ratón. Seguramente pensaría que mi voz es fruto de su imaginación.
-¡Pero yo te escucho!
La madre entró en el dormitorio interrumpiendo el diálogo y se acercó hasta la niña alcanzándole uno de sus osos de peluche. Ésta lo abrazó con fuerza.
-Duerme tranquila –susurró mientras la arropaba-. Mañana tienes que levantarte pronto para ir al colegio.
-Pero…
-Ponte a dormir. Mañana me cuentas lo que quieras.
Acto seguido la madre marchó de la habitación apagando la luz y cerrando la puerta tras sus pasos. La niña quedó en penumbras mientras los pensamientos golpeaban con insistencia su cabeza. “¿Por qué no has hablado delante de mamá?”, pensó apretando aún más fuerte al muñeco. “Sé que puedes hacerlo. No es mi imaginación”.
-Yo creo que sí –replicó una vocecita proveniente de sus brazos-.
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