He de entonar el “mea culpa” lo sé. Prometí contároslo todo el lunes, pero fue imposible. Y es que la verdad, no fue nada fácil tener las facultades mentales al cien por cien. Para muchos ayer fue resaca de victoria electoral (no os negaré que terminé el día con muy buen sabor de boca), pero para mí, sin lugar a dudas, fue resaca de una jornada larguiiiiiiiiiiisima de trabajo. Y es que, sin contar la hora escasa que tuve para ir a comer, me pasé la friolera de quince horas encerrada en el colegio electoral. Si señor! Un domingo completito completito. A las ocho en punto me planté en el que fue mi antiguo colegio de primaria, donde la funcionaria municipal que nos tenía que asesorar durante todo el día, estaba esperando a todos los componentes de la mesa. “Mi funcionaria” resultó ser una chica que conozco desde hace mucho pues estoy vinculada laboralmente al ayuntamiento desde hace bastante tiempo. Fue un verdadero alivio tener a alguien conocido que te echara una mano a lo largo de toda la jornada. Porque como algunos quizás no sabréis, estar en un colegio electoral no solo significa sentarse delante de las urnas y esperar que la gente llegue. No! Hay que rellenar infinidad de papeles, firmalos, sellarlos,.... Un follón! Y luego tener claro que además de tirarte 11 horas “esperando” a que venga la gente a votar, te esperan unas cuantas más para el recuento. Porque yo me pregunto: ¿No hay otra forma mejor para elegir a los senadores? Porque la verdad, papeletas grandes como sábanas y en las que hay que contar el nombre de los candidatos uno por uno... Es para acabarle la paciencia a cualquiera.
La mañana fue un no parar. Desde las 9 hasta las 2 no tuvimos tiempo de aburrirnos. Imaginaos, que de 621 personas censadas, pasaron alrededor de 320 a votar! Un follón! Y encima las “monjitas” y su más que discutible empeño en que los abuelos del asilo puedan votar. Y es que no os parece extraño que en las dos mesas donde llevan a votar a los abuelos suba sorprendentemente el número de votos del partido azul? Yo me quería poner un poco seria y pedirles que dejaran a los abuelos que ellos mismos eligieran su voto, pero.... pensé que era intentar hablar con las piedras. Como intentar convencer a una abuelos tan mayores que seguramente ya venían convencidos de casa. Me mordí la lengua y intenté callar a mi conciencia, no sin echarle alguna mirada más que reprobadota a las “hermanas” que, sí, serán muy piadosas, pero en este casos son más mafiosas que la leche....
La mañana pasó con un suspiro y empezaron los turnos para comer. La verdad es que no me puedo quejar pues mis compañeros de mesa fueron geniales. Estuvo conmigo el que era y sigue siendo conserje de la escuela y un chico de unos treinta y pocos que resultó ser primo de un amigo y que además estuvo un par de años viviendo en Londres. Vaya que tuve mucha suerte, porque tener que pasarte el día entero con gente que no tienes tema de conversación, puede ser un poco duro de digerir. La tarde fue bastante más tranquila. Me fui a comer a las tres y a las cuatro estaba de vuelta. Solo quedaban 8 horas para volver a casa. Impresionante no?
La tarde pasó bien, bastante tranquila. Estuvo lloviendo desde casi las 5 hasta las 8, pero no evitó que siguiera viniendo gente. Al final, pasaron por la mesa 472 personas, de un total de 621. Todo un éxito no?
Lo duro estaba por llegar. El temido recuento. El congreso un plis plas, no llegó a una hora, pero el senado.... ¡Dios mío de mi vida que cosa más pesada! Hojas más grandes que un día sin pan, donde había que contar las cruces una por una. Dos malditas horas contando cruces y apuntándolas en las plantillas. Pero todo salió bien. A la primera. Una alegría enorme teniendo en cuenta que éramos novatos. El fin de la jornada: esperar a que llegara el cartero y entregarle el sobre e ir al ayuntamiento a llevarle los otros dos al juez de paz. Por fin. Eran las once y media de la noche y mis huesos ya estaban pidiéndome a gritos que los dejara descansar. No me hice de rogar y poquito a poco, paseando por una ciudad totalmente desierta y con el aire fresquito en la cara, enfilé el camino a casa. Mi día de gloria como “presidenta” había terminado y con la satisfacción de que el trabajo había salido bien. Me puse la tele y me di cuenta que, con los resultados ya definitivos de las elecciones, el día había merecido la pena.
La mañana fue un no parar. Desde las 9 hasta las 2 no tuvimos tiempo de aburrirnos. Imaginaos, que de 621 personas censadas, pasaron alrededor de 320 a votar! Un follón! Y encima las “monjitas” y su más que discutible empeño en que los abuelos del asilo puedan votar. Y es que no os parece extraño que en las dos mesas donde llevan a votar a los abuelos suba sorprendentemente el número de votos del partido azul? Yo me quería poner un poco seria y pedirles que dejaran a los abuelos que ellos mismos eligieran su voto, pero.... pensé que era intentar hablar con las piedras. Como intentar convencer a una abuelos tan mayores que seguramente ya venían convencidos de casa. Me mordí la lengua y intenté callar a mi conciencia, no sin echarle alguna mirada más que reprobadota a las “hermanas” que, sí, serán muy piadosas, pero en este casos son más mafiosas que la leche....
La mañana pasó con un suspiro y empezaron los turnos para comer. La verdad es que no me puedo quejar pues mis compañeros de mesa fueron geniales. Estuvo conmigo el que era y sigue siendo conserje de la escuela y un chico de unos treinta y pocos que resultó ser primo de un amigo y que además estuvo un par de años viviendo en Londres. Vaya que tuve mucha suerte, porque tener que pasarte el día entero con gente que no tienes tema de conversación, puede ser un poco duro de digerir. La tarde fue bastante más tranquila. Me fui a comer a las tres y a las cuatro estaba de vuelta. Solo quedaban 8 horas para volver a casa. Impresionante no?
La tarde pasó bien, bastante tranquila. Estuvo lloviendo desde casi las 5 hasta las 8, pero no evitó que siguiera viniendo gente. Al final, pasaron por la mesa 472 personas, de un total de 621. Todo un éxito no?
Lo duro estaba por llegar. El temido recuento. El congreso un plis plas, no llegó a una hora, pero el senado.... ¡Dios mío de mi vida que cosa más pesada! Hojas más grandes que un día sin pan, donde había que contar las cruces una por una. Dos malditas horas contando cruces y apuntándolas en las plantillas. Pero todo salió bien. A la primera. Una alegría enorme teniendo en cuenta que éramos novatos. El fin de la jornada: esperar a que llegara el cartero y entregarle el sobre e ir al ayuntamiento a llevarle los otros dos al juez de paz. Por fin. Eran las once y media de la noche y mis huesos ya estaban pidiéndome a gritos que los dejara descansar. No me hice de rogar y poquito a poco, paseando por una ciudad totalmente desierta y con el aire fresquito en la cara, enfilé el camino a casa. Mi día de gloria como “presidenta” había terminado y con la satisfacción de que el trabajo había salido bien. Me puse la tele y me di cuenta que, con los resultados ya definitivos de las elecciones, el día había merecido la pena.
6 comentarios:
Bueno, ya pasó ... y la de anécdotas que te quedan de una experiencia así??
Una vez no está mal, lo malo es si te tocara cada vez!!
Ya veo que mi comentario en el post anterior se perdió en la blogosfera... que pena.
Pues hay razón para el mea culpa, porque esperaba en ascuas el post. Supongo que debías estar contenta de ver tanta gente queriendo ir a votar.Espero que eso de 55% de participación haya pasado a la historia. Y yo tampoco sería muy duro con las monjitas. Al fin y al cabo, el partido azul les promete dinero, y el rojo solo les promete no quemarle el convento.
Nada, una victoria de la democracia, como dicen.
Por cierto, al ir a votar, siempre pensé si alguien se molestaba en leer la papeleta del senado...
Lucía... Una experiencia gratificante si señor.
Sirventes... Ya te digo yo que sí que hay algún pringao que se lee las papeletas... Yo tuve que leer 472 a tres nombres casi todas... Empieza a contar... y las monjas... Sin comentarios....
Besotes a los dos!
Jamía, yo espero que no me toque nunca a mí esto de ser presidente... porque es que no lo soportaría, me llevo un libro o algo, ¿no? Bueno, o mi libreta roja roja, jaja.
La verdad, yo hizo "acto de conciencia", que no de presencia, y no voté, hala. No me simpatizan ninguno, jaja.
Besos
A mi si me toca, no pienso ir... a no ser que me pongan una niñera, o me llevo a mi tropa al colegio para que me ayuden... jejeej , no creo que resistieran el asedio ;)
Bueno , al menos gano el color que tenía que ganar , menos mal.
Las monjas son unas brujas todas :)
Espero que te dieran bien de comer y cenar.
Besos nena^^
papeletas grandes como sábanas --> verdad de la buena.
Yo no encontraba un sitio suficientemente grande como para poner las crucecitas. Suerte que sabía claramente donde iba a ponerlas.
¿Y tan buen gusto de boca? Yo irregular. Hay que ya se te ha visto "el llautó"...
Y las monjas... son terribles. Una amiga mía igual, una vez tuvo que estar en una mesa electoral, y llegaban las monjas que preparaban los votos del PP para los ancianos. Menudas brujas. ¡A la hoguera!
(o por lo menos que aprendan de las brujas del akellare, tan monas ellas.)
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