Se ha acabado el mes de junio. El verano no tiene ya vuelta atrás. No hay nada que hacer. Y aunque los comportamientos y actitudes vitales que vienen implícitos en las enseñanzas y en la tradición cristiana me la traen más que floja, solo me queda apelar a la resignación y a la contemplación del calor como algo pasajero. Como quien sufre de un terrible dolor de muelas, que sabe que tarde o temprano pasará. Así tenemos que afrontar ese horrible bochorno cargado de humedad, que por lo menos a mi, me tiene sorbido el seso.
El caso es que es que con este ambiente capaz de derretir al más pintado, y sobretodo, tocada por la apatía que ocasiona el calor pegajoso, me encuentro sumida en una especie de letargo que casi por arte de magia hace que las horas pasen delante de mi casi sin darme cuenta. Me muevo por inercia, porque hay que hacerlo, y solo tengo momentos de lucidez mental cuando el ambiente no supera los 24 grados, agradable temperatura casi regalo de los dioses (siempre dioses paganos, eso por supuesto) con la que tengo la suerte de estar trabajando estos días. Claro que eso se termina dentro de muy poquito. Concretamente el próximo domingo a las dos de la tarde, cuando cierre definitivamente otra de las etapas de mi vida laboral. Pero este no es ni el lugar, y sobretodo el momento, para reflexionar sobre el tema. Os prometí una crónica de los conciertos del viernes pasado. Otra cosa no tendré, pero memoria....Para hacerme rica si fuera intercambiable por euros... O mejor libras esterlinas, que tal y como están los p.... precios en la Pérfida Albión, no vendría nada mal para afrontar lo que me espera.
Pues nada, que de crónica “conciertera”, temo deciros que más bien poca. No sé si es que me hago mayor, que me estoy convirtiendo en una snob cultural o si, como dicen algunas amigas mías, esa alegre intelectualidad racional que desprendo inconscientemente, se está apoderando de mí a una velocidad galopante. Etiquetas raras (y algo incomprensibles, lo reconozco) a parte, el caso es que los conciertos que tenían que ser mi bautizo en el festival del año, me dejaron poco más que indiferente. Los que lean este post y hayan asistido a ellos, seguramente ahora me tendrán unas ganas... Pero ante tal reacción no puedo más que decir que eso se trata simple y llanamente de una opinión personal, tocada además por el cansancio acumulado de una semana en la que servidora había trabajado más horas que un reloj y a la que aún le quedaban unas cuantas más durante el fin de semana.
En resumidas cuentas, que la única actuación que salvaría del vilipendio es la de los ingleses I Fagiolini, un verdadero descubrimiento. Se presentaron en formato de cuarteto (tres hombres y una mujer, de los que lamentablemente no recuerdo la clasificación vocal), acompañados por la melodía de un arpa y un instrumento similar al laúd, que resultó llamarse tiorba. El concierto se basó en piezas del renacimiento español, tanto de autor anónimo, como de otros de reconocido prestigio tanto en la época como en la historia general de la producción musical española y europea. El escenario fue incomparable: el claustro del monasterio de la ciudad, a las ocho de la tarde, cuando el calor empieza a aflojar y con el ruidito de fondo del agua, pues esta ciudad tiene el subsuelo (y en algunas partes de la ciudad también la superficie) totalmente agujereada, como si se tratara de un queso gruyère. Por ella pasan un montón de riachuelos que han hecho que, como lema turístico y publicitario, se haya llegado a acuñar la frase “........... ciudad de agua”. Sí soy una “cabronceta” y sigo ocultando el nombre de las susodicha ciudad (a mi parecer pueblo, pero bueno).
Pues eso, que el concierto fue genial, lástima de un borde que se sentó a mi lado. Un musiquillo local de esos que van de ser genio por dominar el arte de los pentagramas y las corcheras, y nos espetó en los morros a mi y a mi queridísima I que si podíamos bajar la voz. ¿Cómo se puede bajar la voz si estás hablando en susurros y pegada a la oreja de tu interlocutora? Era prácticamente imposible que nos oyera... A no ser que tuviera un oído biónico era imposible que se enterara de como yo le decía a I que el cantante X tenía una cara graciosa o que la pronunciación que tenían del castellano antiguo era muy curiosa.... Tocanarices hay en todos lados y mira tú por donde que con la cantidad de gente que había aquella tarde allí congregada, tuviera que tocarme a mí estar cerca de uno.
Aún así, la desagradable compañía no enturbió el concierto y salí de allí tocada por las melodías antiguas. Eso sí, I y yo, salimos de allí echando leches (expresión vulgar lo sé, pero la más apta para describir lo rápido y precipitado de nuestra salida de allí) y nos fuimos a la otra punta de la ciudad a ver y escuchar a los Nouvelle Vague. Vueltas y más vueltas para encontrar aparcamiento, para terminar dejándolo a una distancia considerable de nuestro destino final a lo que tuvimos que sumar no sé cuantas escaleras que sirven para suplir el desnivel que existe, pues el escenario se encontraba en la zona más elevada de la ciudad. Poco más de veinte minutos después que hubiera comenzado, llegamos al lugar, sacando el higadillo por la boca y resoplando al más puro estilo equino. Total pa’ na’. Pa cagal’la. Por lo menos para mí. A pesar de que las muchachas (porque el grupo tiene dos cantantes femeninas) cantaran bastante bien, y que la música sonara francamente chula, no me gustaron demasiado. Bueno, en realidad nada. Que una cantante tenga a más de quinientas personas delante, y que de golpe se le olvide la letra de la canción.... Eso se le deja pasar a la trasnochada Winehouse, que para eso tiene un vozarrón que no te lo acabas ni en dos vidas enteras, pero a una rubita que hace poses pseudoeróticas en un escenario y en pleno horario infantil.... Yo no se lo tolero. Por muy gratis que sea el concierto y por mucho que puedas verlo sentada en el césped, descalza y tomándote una cola fresquita y fumándote un cigarrillo.
Una hora escasa después salimos de allí a toda prisa, para irnos hasta el centro, al barrio antiguo, donde esperaba el concierto de los Love of Lesbian. El panorama pintaba bien. Un espacio grande, cubierto de césped, con luces tenues ancladas al suelo en los laterales de la improvisada “campiña” urbana y una ligera brisa fresca más que bienvenida. ¿Menudo panorama no? Pues sí, eso el lo que pensé yo nada más llegar. La gente sentada e incluso tumbada en el césped, cenando un improvisado bocadillo, tomando una cervecita fresca o charlando animadamente con los amigos. Eso pintaba de lo más “atracativo”. Pero solo pintaba. Nada más plantarse en el escenario y después de la primera canción, el líder del grupo soltó la frasecita de “Qué bien que nos inviten a un festival que se llama (a)phónica, pues afónico es como estoy la mayoría de los días, y hoy no es una excepción”. Seguro que a los incondicionales del grupo, la comparación les pareció muy graciosa. A mí, puntillosa y remilgada como soy algunas veces, me sonó a tomadura de pelo disfrazada de triste ironía. ¿Qué interés puede despertar a los no iniciados en el grupo, que el cantante suelte una frase como esa? ¿Quiere decir eso que el tío pasa de cuidarse la voz, que es por lo que le pagan, y va a hacer un concierto solo a medias porque no puede cantar como dios manda? Que cada uno conteste lo que le plazca, pero yo os digo lo que pensé en ese preciso instante: Vaya falta de profesionalizad. Para eso, me largo a mi casa y me pongo a escuchar los discos de Johanson, que ese sí que cantó como dios manda el año pasado. Dicho y hecho. A la cuarta canción, I y yo nos largamos por donde habíamos venido.
Queridos míos, esta es la triste y desganada crónica de una noche “conciertera”, que podía haber sido y tuvo que conformarse con querer ser. Será que tendrán razón mis niñas; o que el cansancio me tenía ya tocada; o que la desgana se había apoderado de mí; o que el calor me había derretido la neurona del gusto musical durante el día.... O vete tú a saber qué ocho cuartos me pasó aquella noche. Lo que sí tengo claro es que, salvo el caso de los británicos con nombre italiano, que cantaban música española en Cataluña (palabras literales del director de los I Fagiolini), aquella noche no me convertí en fan incondicional de ninguno de los otros grupos que actuaron. Pero bueno.... No siempre se consigue lo que uno anhela, no?
El caso es que es que con este ambiente capaz de derretir al más pintado, y sobretodo, tocada por la apatía que ocasiona el calor pegajoso, me encuentro sumida en una especie de letargo que casi por arte de magia hace que las horas pasen delante de mi casi sin darme cuenta. Me muevo por inercia, porque hay que hacerlo, y solo tengo momentos de lucidez mental cuando el ambiente no supera los 24 grados, agradable temperatura casi regalo de los dioses (siempre dioses paganos, eso por supuesto) con la que tengo la suerte de estar trabajando estos días. Claro que eso se termina dentro de muy poquito. Concretamente el próximo domingo a las dos de la tarde, cuando cierre definitivamente otra de las etapas de mi vida laboral. Pero este no es ni el lugar, y sobretodo el momento, para reflexionar sobre el tema. Os prometí una crónica de los conciertos del viernes pasado. Otra cosa no tendré, pero memoria....Para hacerme rica si fuera intercambiable por euros... O mejor libras esterlinas, que tal y como están los p.... precios en la Pérfida Albión, no vendría nada mal para afrontar lo que me espera.
Pues nada, que de crónica “conciertera”, temo deciros que más bien poca. No sé si es que me hago mayor, que me estoy convirtiendo en una snob cultural o si, como dicen algunas amigas mías, esa alegre intelectualidad racional que desprendo inconscientemente, se está apoderando de mí a una velocidad galopante. Etiquetas raras (y algo incomprensibles, lo reconozco) a parte, el caso es que los conciertos que tenían que ser mi bautizo en el festival del año, me dejaron poco más que indiferente. Los que lean este post y hayan asistido a ellos, seguramente ahora me tendrán unas ganas... Pero ante tal reacción no puedo más que decir que eso se trata simple y llanamente de una opinión personal, tocada además por el cansancio acumulado de una semana en la que servidora había trabajado más horas que un reloj y a la que aún le quedaban unas cuantas más durante el fin de semana.
En resumidas cuentas, que la única actuación que salvaría del vilipendio es la de los ingleses I Fagiolini, un verdadero descubrimiento. Se presentaron en formato de cuarteto (tres hombres y una mujer, de los que lamentablemente no recuerdo la clasificación vocal), acompañados por la melodía de un arpa y un instrumento similar al laúd, que resultó llamarse tiorba. El concierto se basó en piezas del renacimiento español, tanto de autor anónimo, como de otros de reconocido prestigio tanto en la época como en la historia general de la producción musical española y europea. El escenario fue incomparable: el claustro del monasterio de la ciudad, a las ocho de la tarde, cuando el calor empieza a aflojar y con el ruidito de fondo del agua, pues esta ciudad tiene el subsuelo (y en algunas partes de la ciudad también la superficie) totalmente agujereada, como si se tratara de un queso gruyère. Por ella pasan un montón de riachuelos que han hecho que, como lema turístico y publicitario, se haya llegado a acuñar la frase “........... ciudad de agua”. Sí soy una “cabronceta” y sigo ocultando el nombre de las susodicha ciudad (a mi parecer pueblo, pero bueno).
Pues eso, que el concierto fue genial, lástima de un borde que se sentó a mi lado. Un musiquillo local de esos que van de ser genio por dominar el arte de los pentagramas y las corcheras, y nos espetó en los morros a mi y a mi queridísima I que si podíamos bajar la voz. ¿Cómo se puede bajar la voz si estás hablando en susurros y pegada a la oreja de tu interlocutora? Era prácticamente imposible que nos oyera... A no ser que tuviera un oído biónico era imposible que se enterara de como yo le decía a I que el cantante X tenía una cara graciosa o que la pronunciación que tenían del castellano antiguo era muy curiosa.... Tocanarices hay en todos lados y mira tú por donde que con la cantidad de gente que había aquella tarde allí congregada, tuviera que tocarme a mí estar cerca de uno.
Aún así, la desagradable compañía no enturbió el concierto y salí de allí tocada por las melodías antiguas. Eso sí, I y yo, salimos de allí echando leches (expresión vulgar lo sé, pero la más apta para describir lo rápido y precipitado de nuestra salida de allí) y nos fuimos a la otra punta de la ciudad a ver y escuchar a los Nouvelle Vague. Vueltas y más vueltas para encontrar aparcamiento, para terminar dejándolo a una distancia considerable de nuestro destino final a lo que tuvimos que sumar no sé cuantas escaleras que sirven para suplir el desnivel que existe, pues el escenario se encontraba en la zona más elevada de la ciudad. Poco más de veinte minutos después que hubiera comenzado, llegamos al lugar, sacando el higadillo por la boca y resoplando al más puro estilo equino. Total pa’ na’. Pa cagal’la. Por lo menos para mí. A pesar de que las muchachas (porque el grupo tiene dos cantantes femeninas) cantaran bastante bien, y que la música sonara francamente chula, no me gustaron demasiado. Bueno, en realidad nada. Que una cantante tenga a más de quinientas personas delante, y que de golpe se le olvide la letra de la canción.... Eso se le deja pasar a la trasnochada Winehouse, que para eso tiene un vozarrón que no te lo acabas ni en dos vidas enteras, pero a una rubita que hace poses pseudoeróticas en un escenario y en pleno horario infantil.... Yo no se lo tolero. Por muy gratis que sea el concierto y por mucho que puedas verlo sentada en el césped, descalza y tomándote una cola fresquita y fumándote un cigarrillo.
Una hora escasa después salimos de allí a toda prisa, para irnos hasta el centro, al barrio antiguo, donde esperaba el concierto de los Love of Lesbian. El panorama pintaba bien. Un espacio grande, cubierto de césped, con luces tenues ancladas al suelo en los laterales de la improvisada “campiña” urbana y una ligera brisa fresca más que bienvenida. ¿Menudo panorama no? Pues sí, eso el lo que pensé yo nada más llegar. La gente sentada e incluso tumbada en el césped, cenando un improvisado bocadillo, tomando una cervecita fresca o charlando animadamente con los amigos. Eso pintaba de lo más “atracativo”. Pero solo pintaba. Nada más plantarse en el escenario y después de la primera canción, el líder del grupo soltó la frasecita de “Qué bien que nos inviten a un festival que se llama (a)phónica, pues afónico es como estoy la mayoría de los días, y hoy no es una excepción”. Seguro que a los incondicionales del grupo, la comparación les pareció muy graciosa. A mí, puntillosa y remilgada como soy algunas veces, me sonó a tomadura de pelo disfrazada de triste ironía. ¿Qué interés puede despertar a los no iniciados en el grupo, que el cantante suelte una frase como esa? ¿Quiere decir eso que el tío pasa de cuidarse la voz, que es por lo que le pagan, y va a hacer un concierto solo a medias porque no puede cantar como dios manda? Que cada uno conteste lo que le plazca, pero yo os digo lo que pensé en ese preciso instante: Vaya falta de profesionalizad. Para eso, me largo a mi casa y me pongo a escuchar los discos de Johanson, que ese sí que cantó como dios manda el año pasado. Dicho y hecho. A la cuarta canción, I y yo nos largamos por donde habíamos venido.
Queridos míos, esta es la triste y desganada crónica de una noche “conciertera”, que podía haber sido y tuvo que conformarse con querer ser. Será que tendrán razón mis niñas; o que el cansancio me tenía ya tocada; o que la desgana se había apoderado de mí; o que el calor me había derretido la neurona del gusto musical durante el día.... O vete tú a saber qué ocho cuartos me pasó aquella noche. Lo que sí tengo claro es que, salvo el caso de los británicos con nombre italiano, que cantaban música española en Cataluña (palabras literales del director de los I Fagiolini), aquella noche no me convertí en fan incondicional de ninguno de los otros grupos que actuaron. Pero bueno.... No siempre se consigue lo que uno anhela, no?
4 comentarios:
lastima con todas las ilusiones que tenias puesta¡¡¡¡¡¡ ahroa al concierto de los chunguitos y la pantoja jajja
Un beso emma¡¡¡¡¡
holaaa wapaaaa, pues si no todo pasa como uno quisiera.
besossss
Cucuuuuuuu!! besos preciosa, me estoy preparando para ir a la playa , dios , no paro.
Besos, te quiero amore^^
Bueno, siempre se aprende algo ...
Espero que lo pases mejor para la próxima, seguro que en la city londinense tienes un montón de posibilidades más interesantes.
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