Desde que era muy chiquitina, siempre decía que quería ser como mi tía. He aquí una de mis mayores locuras, que empezó siendo una niña y terminó siendo algo claro y contundente para mi yo actual.
Y mi tía era... profesora de lengua y literatura. Yo seguí sus pasos, por lo menos en el echo de matricularme en la facultad de letras y estudiar filología. En el resto me planté. No soy profesora, no creo que vaya conmigo. Me gusta leer y escribir, y aunque enseñar debe ser una experiencia bastante gratificante... ahí no he llegado todavía. Y si soy sincera, tampoco creo que quiera llegar nunca. No va conmigo. No creo que tenga el suficiente temple para enfrentarme a una clase llena de alumnos y sentir la responsabilidad de que si no lo hago bien, repercutirá en ellos. Para hacer las cosas a medias, o mal echas, mejor no empezarlas.
Algunos piensan que es de locos, pero una de las lecturas más gratificantes, es la de los diccionarios. Te plantas delante de él, cargada de dudas e ignorancias y poco a poco te enseñar como eres. Sí, parece extraño, pero es así. Una lengua implica una manera de ser y de ver el mundo. El uso que se hace de las palabras, de las frases echas, como se construyen enunciados... Forma parte de nuestra cultura, nuestra manera de ver el mundo y también de entender la vida. Por eso a mi me gusta ir aprendiendo palabras nuevas cada día, porque así se conoce mejor tu entorno. Por que se acaba cumpliendo la frase que tantas veces nos dijo una profesora en la facultad: “Todo aquello que no puede ser nombrado, que no puede ser explicado con palabras, no existe”.
Aquí os dejo algunas de las palabras que más me sorprenden. No me he fijado en su significado, solo en cómo suenan. En cómo hay que articular sus sonidos, para que lleguen a salir de nuestra boca. Las palabras son pequeños-grandes tesoros a nuestro alcance y a veces no les damos todo el valor que se merecen.
Pizpireta, lamparón, cuchufleta, traspié, perspicaz, cantimplora, tragaluz, chirimoya, membrillo, lagartija, peripuesta, empollón, carcamal, amanecer, salpicón, zurra, escarabajo, trompicón, testarudez, zócalo, liviano, zozobrar, trasnochar, vilipendiar, mocho, patidifuso, payaso, onomatopeya, obtuso, recalcitrante.
Y mi tía era... profesora de lengua y literatura. Yo seguí sus pasos, por lo menos en el echo de matricularme en la facultad de letras y estudiar filología. En el resto me planté. No soy profesora, no creo que vaya conmigo. Me gusta leer y escribir, y aunque enseñar debe ser una experiencia bastante gratificante... ahí no he llegado todavía. Y si soy sincera, tampoco creo que quiera llegar nunca. No va conmigo. No creo que tenga el suficiente temple para enfrentarme a una clase llena de alumnos y sentir la responsabilidad de que si no lo hago bien, repercutirá en ellos. Para hacer las cosas a medias, o mal echas, mejor no empezarlas.
Algunos piensan que es de locos, pero una de las lecturas más gratificantes, es la de los diccionarios. Te plantas delante de él, cargada de dudas e ignorancias y poco a poco te enseñar como eres. Sí, parece extraño, pero es así. Una lengua implica una manera de ser y de ver el mundo. El uso que se hace de las palabras, de las frases echas, como se construyen enunciados... Forma parte de nuestra cultura, nuestra manera de ver el mundo y también de entender la vida. Por eso a mi me gusta ir aprendiendo palabras nuevas cada día, porque así se conoce mejor tu entorno. Por que se acaba cumpliendo la frase que tantas veces nos dijo una profesora en la facultad: “Todo aquello que no puede ser nombrado, que no puede ser explicado con palabras, no existe”.
Aquí os dejo algunas de las palabras que más me sorprenden. No me he fijado en su significado, solo en cómo suenan. En cómo hay que articular sus sonidos, para que lleguen a salir de nuestra boca. Las palabras son pequeños-grandes tesoros a nuestro alcance y a veces no les damos todo el valor que se merecen.
Pizpireta, lamparón, cuchufleta, traspié, perspicaz, cantimplora, tragaluz, chirimoya, membrillo, lagartija, peripuesta, empollón, carcamal, amanecer, salpicón, zurra, escarabajo, trompicón, testarudez, zócalo, liviano, zozobrar, trasnochar, vilipendiar, mocho, patidifuso, payaso, onomatopeya, obtuso, recalcitrante.
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