Ali era una chica alegre. Alegre pero tranquila y llena de optimismo. No había tenido una vida fácil, pero nunca había perdido la tímida sonrisa que tanto le gustaba a su padre.
Alicia Ortiz Ferrer había nacido el 30 de mayo de 1976. Era la segunda hija de los tres que tuvieron Juan y Rosario. Él carpintero copropietario de un pequeño taller, ella, su madre, limpiadora en un hospital. Su nacimiento ya demostró que Ali era una luchadora y que no se rendía fácilmente. Su madre notó los primeros dolores de parto el viernes 28. Al principio no les dio importancia pues ya los había tenido durante toda la semana, pero esta vez iban en serio. La niña ahora sí que tenía ganas de salir. Rosario se pasó el sábado entero maldiciendo cariñosamente a la niña que la estaba dejando rendida, y que finalmente nació a la 6 de la mañana del domingo 30.
Aunque dio mucha guerra a la hora de nacer, Alicia fue siempre un dulce de niña. Dormía plácidamente en su cuna las noches enteras, comía a sus horas y cuando estaba despierta se entretenía mirándose las manos o en las formas que hacía la luz del sol en el techo y las paredes de la habitación. Empezó la guardería con dos añitos. Siempre alegre y risueña y con una tranquilidad y seguridad en sí misma, que los primeros días llegó a sorprender mucho a sus padres.
Su paso por la escuela fue más de lo mismo, y además acabó convirtiéndose en una alumna brillante. De una inteligencia sin estridencias, sin pedanterías. Nunca se caracterizó por participar abiertamente en clase, pero sí se erigió en un punto de referencia, tanto para profesores como para sus compañeros de clase. Siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara, pero nunca se entrometía en la vida de los demás. Todos sabían que siempre estaba allí y que solo había que pedírselo, sin más, sin pedir explicaciones ni justificaciones.
La Universidad le cambió la vida. Allí se desplegó como una flor que acaba de abrirse a la luz del amanecer. Se matriculó en la Facultad de Letras, convencida que lo suyo era la historia del arte. En realidad no era su primera opción, sino la segunda. Ella lo que en realidad quería estudiar era cine, pero sabía que no podía ser. Después de su hermano Oscar y ella, había llegado el pequeño Tomás, 10 años menor que el mayor y 6 menor que ella. La economía familiar permitía vivir modestamente, pero en ningún caso podía costear los estudios en una escuela de cine. Oscar estudiaba psicología gracias a las becas y a su expediente brillante, y el destino de Ali era seguir su mismo camino. Sus padres no se podían permitir pagar las matrículas universitarias de sus hijos sin que eso supusiera un desbarajuste terrible en la libreta de ahorros. Así que Ali renunció a la escuela de cine para dedicarse a estudiar arte.
Pero resultó ser la mejor decisión de su vida. Ali descubrió que el mundo era mucho más que el barrio que la vio crecer, y que podía llegar a ser lo que deseara en la vida. Ali empezó a conocer, a aprender, a experimentar, a vivir durante aquellos años. Y Marta había estado siempre a su lado. Marta había sido como la hermana que nunca tuvo. Por eso lo que ocurrió aquella noche no era una simple anécdota.
Lee el primer capítulo aquí.
Alicia Ortiz Ferrer había nacido el 30 de mayo de 1976. Era la segunda hija de los tres que tuvieron Juan y Rosario. Él carpintero copropietario de un pequeño taller, ella, su madre, limpiadora en un hospital. Su nacimiento ya demostró que Ali era una luchadora y que no se rendía fácilmente. Su madre notó los primeros dolores de parto el viernes 28. Al principio no les dio importancia pues ya los había tenido durante toda la semana, pero esta vez iban en serio. La niña ahora sí que tenía ganas de salir. Rosario se pasó el sábado entero maldiciendo cariñosamente a la niña que la estaba dejando rendida, y que finalmente nació a la 6 de la mañana del domingo 30.
Aunque dio mucha guerra a la hora de nacer, Alicia fue siempre un dulce de niña. Dormía plácidamente en su cuna las noches enteras, comía a sus horas y cuando estaba despierta se entretenía mirándose las manos o en las formas que hacía la luz del sol en el techo y las paredes de la habitación. Empezó la guardería con dos añitos. Siempre alegre y risueña y con una tranquilidad y seguridad en sí misma, que los primeros días llegó a sorprender mucho a sus padres.
Su paso por la escuela fue más de lo mismo, y además acabó convirtiéndose en una alumna brillante. De una inteligencia sin estridencias, sin pedanterías. Nunca se caracterizó por participar abiertamente en clase, pero sí se erigió en un punto de referencia, tanto para profesores como para sus compañeros de clase. Siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara, pero nunca se entrometía en la vida de los demás. Todos sabían que siempre estaba allí y que solo había que pedírselo, sin más, sin pedir explicaciones ni justificaciones.
La Universidad le cambió la vida. Allí se desplegó como una flor que acaba de abrirse a la luz del amanecer. Se matriculó en la Facultad de Letras, convencida que lo suyo era la historia del arte. En realidad no era su primera opción, sino la segunda. Ella lo que en realidad quería estudiar era cine, pero sabía que no podía ser. Después de su hermano Oscar y ella, había llegado el pequeño Tomás, 10 años menor que el mayor y 6 menor que ella. La economía familiar permitía vivir modestamente, pero en ningún caso podía costear los estudios en una escuela de cine. Oscar estudiaba psicología gracias a las becas y a su expediente brillante, y el destino de Ali era seguir su mismo camino. Sus padres no se podían permitir pagar las matrículas universitarias de sus hijos sin que eso supusiera un desbarajuste terrible en la libreta de ahorros. Así que Ali renunció a la escuela de cine para dedicarse a estudiar arte.
Pero resultó ser la mejor decisión de su vida. Ali descubrió que el mundo era mucho más que el barrio que la vio crecer, y que podía llegar a ser lo que deseara en la vida. Ali empezó a conocer, a aprender, a experimentar, a vivir durante aquellos años. Y Marta había estado siempre a su lado. Marta había sido como la hermana que nunca tuvo. Por eso lo que ocurrió aquella noche no era una simple anécdota.
Lee el primer capítulo aquí.
5 comentarios:
Hola Emma:
ya te he enlazado jeje, mas rapida pistolera...jeje.Oh no,,, te adelantaste grrrr.
pues ya me lei los dos capitulos, espero el tercero o cambiaré de dimensión como una alicia en el pais de las pesadillas hasta saber qué pasa¡¡¡¡
un besillo dande.
hola que tal?
la verdad es que la lectura se hace muy amena y esta muy bien
brujibesos
A ver como sigue porque has logrado crear un buen ambiente ...
Cariño, me encanta leerte, perdona que no entre más , pero es que estoy muy liada con lo de Akelarre, besitos y muchas gracias por tus visitas e interés.
Silvia^^
Halaaaaaa, y terminas poniendo los dientes largos... pues muy bien, así se enlaza unas historias, a ver cómo sigue :) Espero ansioso el siguiente capítulo :)
Besos
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