Es el turno para Rogelio, que nos trae su texto desde Sigo Blogueando
La última aventura.
Hoy la vi después de mucho tiempo y después de haber recorrido muchas ciudades, iba de compras, sonriente y a paso veloz. Apenas si tuvimos tiempo de mirarnos cuando nos cruzamos.
Muchas cosas pasaron por mi mente, pero el día sólo había empezado. Llegué al hotel y al encender mi laptop había recibido un email, aun sin abrirlo ya sabía que tendría que marcharme.
De camino al aeropuerto me topé con Zener, el más tramposo de todos los traficantes de armas, por suerte me debía la vida y siempre me vendía buen armamento. Lo único que le pedí en aquella ocasión fue una bomba CK-200, era todo lo que necesitaba.
Una vez en el avión me di cuenta de que todos me miraban, mi instinto nunca falla. Como escapar de 50 hombres posiblemente armados a 10,000 metros de altura.
Para mala fortuna no había conseguido filtrar más armas que la bomba ya que esta era la única indetectable. No moriría en aquel lugar, menos aún sin completar mi última misión. Rayos, hace 5 minutos habíamos acabado de despegar y el viaje era de 30 minutos!.
Lejos de pensar una estrategia, recordé aquella mujer, la que alguna vez amé. Con la que pensé que pasaría mis últimos días. Lástima que tuve que abandonarla cuando empecé este peligroso oficio. Si al menos pudiera sobrevivir a esto, la buscaría y me quedaría a su lado.
El momento había llegado, los 50 hombres se pusieron de pie, todos apuntándome con lo que parecían rifles. ¿Cómo pude caer en una trampa tan tonta?. Definitivamente estaba distraído, al menos moriría pensando que ella era feliz.
Realmente quería morir en ese momento, pero para mi mala suerte cometieron un error, el jefe de los sujetos que me iban a matar les ordenó que me tiraran del avión. Vaya!, sin querer me habían salvado la vida.
Las probabilidades de sobrevivir sin paracaídas son nulas, pero eso era si al caer te golpeabas la cabeza o te rompías todos los huesos. Afortunadamente estaba lo suficientemente alto para elegir donde quería aterrizar. Visualice un río a la distancia y me incliné como las aves cuando van tras su presa. La meta era llegar al río, el resto era cosa de suerte.
Adolorido y hecho pedazos desperté al día siguiente, si no hubiera atravesado el agua como un clavadista profesional ahora estaría muerto. Aunque mi destino estaba muy lejos aún y mi cuerpo solo podía arrastrarse, tenía la sensación de que de algún modo lograría destruir la base del Coronel Sigmund.
Al parecer me encontraba a mitad del camino, podía ver a la lejanía la base. De pronto sentí algo en mi espalda mientras me arrastraba, era la pata de un león. Vaya golpe de suerte, debí matarlo cuando tuve oportunidad pensé.
Sin embargo el león se llevó mi mochila, la cual tenía la bomba. Todo el esfuerzo que había hecho sería en vano, nunca lograría detener al Coronel en sus planes de iniciar la tercera guerra mundial.
Supongo que no todos los paladines podemos siempre ganar, después de cientos de misiones había llegado mi hora. Eso me pasa por trabajar sin mi compañera asignada de equipo, me dije. Aunque pensándolo bien, tal vez hubiera sufrido la misma suerte que yo en ese avión. Ahora quizás ella tenga éxito, después de todo según me dijeron era más joven y astuta que yo, tal vez por eso no se presentó en el aeropuerto o quizás no entendí bien el email que me envió.
Nada de eso importaba ya, llevaba horas desangrándome. Casi desmayándome empecé a ver una luz que iluminaba todo, era raro, yo no había sido lo suficientemente bueno como para ir al cielo. Y entre la luz una figura se acercaba cada vez más y más rápido, debo confesar que me aterré, no quería morir.
Cuando pude ver con más claridad, ahí estaba ella montada en el león, había logrado detonar la bomba, salvar al mundo y ahora venía a rescatarme.
Jamás en mi vida me hubiera imaginado que esa extraña aventurera, era el amor de mi vida, la que una vez deje y a la que jamás volvería
Muchas cosas pasaron por mi mente, pero el día sólo había empezado. Llegué al hotel y al encender mi laptop había recibido un email, aun sin abrirlo ya sabía que tendría que marcharme.
De camino al aeropuerto me topé con Zener, el más tramposo de todos los traficantes de armas, por suerte me debía la vida y siempre me vendía buen armamento. Lo único que le pedí en aquella ocasión fue una bomba CK-200, era todo lo que necesitaba.
Una vez en el avión me di cuenta de que todos me miraban, mi instinto nunca falla. Como escapar de 50 hombres posiblemente armados a 10,000 metros de altura.
Para mala fortuna no había conseguido filtrar más armas que la bomba ya que esta era la única indetectable. No moriría en aquel lugar, menos aún sin completar mi última misión. Rayos, hace 5 minutos habíamos acabado de despegar y el viaje era de 30 minutos!.
Lejos de pensar una estrategia, recordé aquella mujer, la que alguna vez amé. Con la que pensé que pasaría mis últimos días. Lástima que tuve que abandonarla cuando empecé este peligroso oficio. Si al menos pudiera sobrevivir a esto, la buscaría y me quedaría a su lado.
El momento había llegado, los 50 hombres se pusieron de pie, todos apuntándome con lo que parecían rifles. ¿Cómo pude caer en una trampa tan tonta?. Definitivamente estaba distraído, al menos moriría pensando que ella era feliz.
Realmente quería morir en ese momento, pero para mi mala suerte cometieron un error, el jefe de los sujetos que me iban a matar les ordenó que me tiraran del avión. Vaya!, sin querer me habían salvado la vida.
Las probabilidades de sobrevivir sin paracaídas son nulas, pero eso era si al caer te golpeabas la cabeza o te rompías todos los huesos. Afortunadamente estaba lo suficientemente alto para elegir donde quería aterrizar. Visualice un río a la distancia y me incliné como las aves cuando van tras su presa. La meta era llegar al río, el resto era cosa de suerte.
Adolorido y hecho pedazos desperté al día siguiente, si no hubiera atravesado el agua como un clavadista profesional ahora estaría muerto. Aunque mi destino estaba muy lejos aún y mi cuerpo solo podía arrastrarse, tenía la sensación de que de algún modo lograría destruir la base del Coronel Sigmund.
Al parecer me encontraba a mitad del camino, podía ver a la lejanía la base. De pronto sentí algo en mi espalda mientras me arrastraba, era la pata de un león. Vaya golpe de suerte, debí matarlo cuando tuve oportunidad pensé.
Sin embargo el león se llevó mi mochila, la cual tenía la bomba. Todo el esfuerzo que había hecho sería en vano, nunca lograría detener al Coronel en sus planes de iniciar la tercera guerra mundial.
Supongo que no todos los paladines podemos siempre ganar, después de cientos de misiones había llegado mi hora. Eso me pasa por trabajar sin mi compañera asignada de equipo, me dije. Aunque pensándolo bien, tal vez hubiera sufrido la misma suerte que yo en ese avión. Ahora quizás ella tenga éxito, después de todo según me dijeron era más joven y astuta que yo, tal vez por eso no se presentó en el aeropuerto o quizás no entendí bien el email que me envió.
Nada de eso importaba ya, llevaba horas desangrándome. Casi desmayándome empecé a ver una luz que iluminaba todo, era raro, yo no había sido lo suficientemente bueno como para ir al cielo. Y entre la luz una figura se acercaba cada vez más y más rápido, debo confesar que me aterré, no quería morir.
Cuando pude ver con más claridad, ahí estaba ella montada en el león, había logrado detonar la bomba, salvar al mundo y ahora venía a rescatarme.
Jamás en mi vida me hubiera imaginado que esa extraña aventurera, era el amor de mi vida, la que una vez deje y a la que jamás volvería
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