domingo

EMMA "LA COCINILLAS"

Estoy casi convencida de que mi compañera de piso americana debe conocerme con este sobrenombre. Y en el fondo no me extraña, porque para cuestiones culinarias y alimenticias, somos como la noche y el día.
Y es que la comida y el hecho de comer en Londres, amigos míos, ha sido el tema más recurrente en casi cualquier conversación que he tenido en los últimos dos meses.
No nos engañemos… Los españolitos, cuando llegamos a esta ciudad venimos poco más que cag… de miedo pensando en qué y como vamos a seguir una dieta lo más similar posible a la que llevamos en casa. También hay que decir, claro está, que depende mucho de lo que cada uno considere dieta equilibrada. Para mí está claro: pescado, carne, pasta, arroz, verduras, ensaladas, lácteos, algo de embutido,… ¿Completito verdad? Sí, pero eso en casa de papá y mamá… Aquí ya os digo yo que la cosa es bastante diferente. Y es diferente simplemente porque los ingredientes que tú buscar para prepararte las comidas, mmm…, parece que se parecen pero no lo son en realidad. Bueno será que yo los busco en donde no debería, pero el caso es que todo, no es igual que en casa. O será que estoy muy bien acostumbrada a comer bien y ahora tengo que acarrear las consecuencias. (Me da a mí que esto segundo es lo más probable).
Filosofadas alimenticias a parte, el caso es que estoy casi convencida que mi compañera de piso se debe pensar que soy una comedora compulsiva o que estoy verdaderamente obsesionada por la comida. Claro que yo de ella pienso… Mejor os lo imagináis vosotros con lo que es contaré. Dejadme un poco que os ponga en situación.
El sábado pasado, nada más llegar a la residencia, y después de inspeccionar concienzudamente mi habitación y el resto de espacios comunes, salí a comprar al súper del barrio, con la compañía de mi flatmate. Llegamos al Tesco (esa cadena de supermercados que aquí en Londres causa verdadero furor porque lo tiene absolutamente todo y a precios bastante razonables) y decidimos separarnos para que cada uno buscara lo que necesitaba. Yo con esa visión tan mediterránea de lo que es un supermercado, me quedé poco más que alucinada de lo que allí había.
No os negaré que la sección de fruta y verdura está verdaderamente bien, pero…, comprar la verdura, la fruta y las hortalizas totalmente empaquetadas en plástico no es algo a lo que estoy demasiado acostumbrada. Pero bueno, no está la cosa como para volverse remilgona.
En cuanto al resto del super…. Una sección de pan de molde como no había visto nunca en mi vida; platos precocinados que mala pinta tampoco es que tuvieran, pero que tendría que estar bastante desesperada para incarles el diente; patatas fritas con todos los sabores imaginables; congelados absolutamente de todos los alimentos imaginables… Una aventura vaya.
Y finalmente me reencontré con mi compañera de piso, con su cestita llena de “prouctos”. Ni que decir tiene que en lo único que coincidimos fue en la lechuga y los tomates. El resto, hasta llenarla, parecía de dimensiones totalmente desconocidas la una con la otra.
Lo mejor fue cuando llegamos a una tienda cercana para comprar el menaje de cocina, que sí, era totalmente inexistente en la cocina del piso. Yo me agencié un par de cazuelillas, una sartén, cubiertos, platos, vasos… Vaya, lo mínimo para guisarte tus cositas y no echar tanto de menos las comiditas de mamá.
Y ahí viene el motivo del titulillo de este post. Mi querida compañera C (como comprenderéis no es plan que me ponga aquí a difundir nombres y apellidos completos de la muchacha) solo se quedó con un par de tuppers, un paquete de cubiertos de plástico y una taza. Eso, junto con la retahíla de cosas que había comprado en el super, ya me hizo sospechar que eso de moverse entre los fogones, como que no era lo suyo. El martes por la tarde la hipótesis quedó totalmente confirmada.
Llegué de la facultad alrededor de las cuatro y media y me entraron ganas de ponerme a cocinar y dejarme unos cuantos tuppers en el congelador para cuando los horarios empiecen a ser un poquito más ajetreados.
El menú era muy sencillo: tortilla de patatas y sofrito para macarrones, de ese tan bueno con su cebollita y su ajo y su carne picada (que en este caso tuvo que ser de ternera, no de cerdo como yo estoy acostumbrada, porque si había en el super yo os aseguro que no la encontré). Pensé que sería el mejor momento para ponerme a guisotear, pues después de subir a mi habitación y ponerme ropa cómoda para estar en casa, no oí ningún ruido que delatara la presencia de mis dos compañeros de piso. Craso error amigos míos.
No llevaba ni cinco minutos con las mangas de la camiseta arremangadas cuando apareció por la puerta de la cocina C la americana.
A la muchacha le hizo gracia verme ataviada con el delantalillo que mi madre me metió en la maleta, y toda yo ajetreada pelando y picando cebolla y ajo, patatas, sacando la carne de la bandeja… Vaya que me preguntó si no me molestaba que se quedara allí, mirando como hacía “my cooking”.
No es que saltara de alegría al saberme observada, pero tampoco era plan de decirle que no a la muchacha. Claro que en el fondo me sentí un poco “engendro de feria” porque aprovechó el momento para sacarse su botella de vino blanco y empezar a pegarle tutes, acompañando los sorbos con rábanos y mordiscos a una zanahoria. Menudo espectáculo amigos míos. Que se pimpló una botella entera y no eran ni las cinco de la tarde! Yo tomando zumo de piña mientras iba traficando y ella con la botella de vino, como quien se bebe una coca-cola. Im-presionante. Y lo mejor de todo es que la pobre estaba con unos ojos como platos cuando me veía preparar los ingredientes. Que si porqué cortaba la cebolla tan pequeñita; que si porque le ponía ajo con lo mal que huele; que si porque a la carne le echaba sal y pimienta… Os lo podéis imaginar… Una chica que se alimenta a base de zanahorias crudas, apio con mostaza y tazas de café con leche en polvo a todas horas…, no creo yo que tenga mucha idea de cómo hacer aunque sea un simple sofrito para unos macarrones.
Su cara de asombro era un verdadero poema para mí. Se quedó absolutamente flipada al ver como cortaba las patatas para la tortilla, y como usaba una espátula de madera para moverlas en la sartén y evitar que se hicieran trizas. Tampoco es que yo sea ninguna Arguiñana ni una Adriana, pero bueno, que no creo yo que eso fuera equiparable a la descubierta de las minas del rey Salomón.
Y anoche ya sí que la acabé de rematar finalmente cuando me vio haciendo esto…


Sí amigos míos. Una simple tortilla de champiñones! Entró a la cocina en el preciso instante en que yo le estaba dando la vuelta al asunto con un plato llano encima de la sartén. Me preguntó toda extrañada que qué estaba haciendo. Yo le dije en un inglés algo precario (aún no tengo la suficiente fluidez como para hacer algo y pensar la respuesta pertinente en inglés) que le daba la vuelta a la tortilla para terminarla. En la boca creo que le hubiera podido meter una de esas mandarinas que tengo en el frutero.
Estoy por pensar que esto va a ser así durante el resto de los cinco meses que vamos a estar compartiendo piso. Yo con mis cocinillas y ella con sus preguntas y sus sorpresas continuas ante el arte de la tortilla de patatas...
Mientras no llegue a suceder lo que me dijo mi padre antes de marcharme... "Niña, ten cuidado con esos guiris que como te vean cocinar y les guste, van a terminar pidiéndote que les hagas la cena todos los días". Papá... No te preocupes, a no ser que el nuevo inquilino que tiene que ocupar la habitación que aún queda vacía en el piso, sea un gourmet, me temo que eso no va a suceder nunca....

3 comentarios:

MATANUSKA dijo...

jajajajajaj muy bueno

ya estas en londres?

espero te vaya todo bien.

besos

siento no haber pasado estos dias pero andaba muy ocupada y sin tiempo

Grishka dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Grishka dijo...

Bueno, bueno, bueno...
Emma, mujer, lo que tenías que haber hecho es mirar a la tal C con cara de suficiencia, como diciendo eso de "¿no os créeis tan inteligentes, los americanitos?, pues sí que sabes poco, más que ignorantes". ¿Y ese vinillo, qué? Seguro que un albariño no era.
Y suerte que dices que la tortilla es de champiñones, que a primera vista he creído que se te habían quemado las patatas.
¿Los has tentado con algo dulce, como unas madalenas?