Si fuera un personaje de una metanovela, de esos que se rebelan contra el destino que les marca la pluma de su creador, pensaría que me utiliza a voluntad para hacerme purgar todos sus pecados.
Ya os conté ayer la decepción número uno a costa de una birria de taza de chocolate caliente. Anoche llegó la número dos en forma de fiesta universitaria. Bueno más que una fiesta universitaria, aquí le llaman la “Flirting Party” o “Fiesta del Ligoteo”. Os podéis imaginar lo que se puede encontrar en un lugar como ese. Todo tiene cabida en la viña del señor.
Pero también es verdad que no iba yo con la intención de ligoteo. Mentiría si os dijera lo contrario. Simplemente me apetecía ver qué hacen los universitarios en este país, un viernes por la noche. Claro que eso y nada es lo mismo.
La noche empezó sobre las nueve, camino de casa de Evelyn, a casi treinta minutos andando desde la residencia.
Hasta que no llegue la dichosa Oyster, nos movemos a pie. Facilitando, porque no, que baje volumen del trasero que la genética familiar me dio.
Y fue en casa de Evelyn donde empezó el “festival del humor”. Gracias a este aparatito:
Estábamos tan tranquilos sentados en la cocina, tomando algo, cuando de pronto empezó a sonar la alarma antirrobo. Pensamos que sería un momento. Pero no. Pasaron cinco, diez, quince, veinte, veinticinco minutos y nada… Los oídos parecía que te iban a explotar. Las luces también empezaron a hacer el tonto y estar allí dentro, con la calefacción a una temperatura desorbitada, se convirtió en un verdadero infierno.
Finalmente llegaron los del servicio de seguridad de la universidad (porque el piso pertenece a la Queen Mary) y los dejamos allí, peleándose con el dichoso cacharro que aullaba como un histérico.
Nos fuimos camino del campus, buscando la famosa fiesta “Flirting”. No sé para qué. Menudo chasco. Aquello estaba lleno de chicas con vestidos mínimos y tacones máximos, y chicos barbi-lampiños pasados de vueltas por el exceso de cerveza. Además, pagar tres pounds para meterte en una sala con luces rojas, y estudiantes universitarios que no llegaban ni a los 22… No tenía muy buena pinta.
Los ingleses, al igual que con las tazas de chocolate, tampoco saben montar fiestas universitarias. Esto, en comparación con lo que se montaba en mi facultad, allá por tierras catalanas, es una verdadera cutrería. Ya me lo dijo un buen amigo, hace un par de días en un mail: “Emma, que esa gente son muy raros. Que no son de sangre caliente como nosotros, y aunque se crean que son el culo del mundo, nuestra condición de mediterráneos les pega siete vueltas”.
Qué gran verdad! Voy a tener que ponerlo en el altar de mis frases para “superar” el choque cultural.
Terminamos la noche en un pub cercano, haciendo algo tan típico como esto, y sobretodo, acompañándolo con muchas risas…
Definitivamente, esta semana no ha sido la mía.
Quizás sí soy el personaje de alguien y lo que tengo que hacer es que purgar algún pecado...
2 comentarios:
Qué va mujer ... Si al final lo pasasteis bien igualmente no??
Sí nos lo pasamos bien igualmente, pero sin poder analizar desde dentro el fenómeno "fiesta univiersitaria en Londres"..
Quizás otro día...
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