sábado

DESPERTARSE CON LA TORRE DE BABEL


Cuando estoy en casa, las mañanas del fin de semana son tranquilas, apacibles. Sabes que no tienes que levantarte temprano y que te puedes pasar el día sin someterte a la dictadura del reloj. Lo único que puede desvelarte un poco y rescatarte de los brazos de Morfeo son las risas y gritos de alegría de los chiquitines del vecindario, jugando animadamente. O el olor delicioso de uno de esos platos tan fantásticos que mi padre suele prepararnos el fin de semana.
Y me despierto relativamente tarde, sobre las nueve y media, o la diez, porque si de algo me sigo sorprendiendo de mí misma, a estas alturas ya de mi conocimiento instrospectivo, (qué raro a quedado leches!) es que una de las cosas que más me gusta en esta vida, es dormir.
Pero a ver, pongamos las cosas claras. No es que sea de las que antepongo dormir por encima de todo. Ni de las que deja de hacer cosas o llegue tarde a los sitios porque sea una dormilona. No, no y otra vez no. Simplemente que me encanta acostarme por la noche, acurrucarme con la almohada y dejarme llevar por los sueños.
A veces pienso que soy tristemente infantiloide pues justo en el momento de apagar la luz de la mesilla de noche me pasa por la cabeza la frasecilla esa de: “A ver que vas a soñar esta noche”. Y debe ser que ya purgué mis penas y mis pecados en el pasado más o menos remoto (y os aseguro que fueron muchas las penas y muy dolorosas), porque lejos de vivir situaciones trágicas o frustrantes, me rasco unas aventuras muy divertidas y tocadas por el absurdo al más puro estilo de los Monty Phyton.
A pesar de eso, esta noche no ha sido así. Me he acostumbrado ya a la cama de la residencia y que decir tiene que una vez consigues eso, dejas de “dormir” simplemente, para conseguir “descansar”. Pero es que anoche me acosté algo “pochilla”, con algo de faringitis y unas décimas de fiebre que me han sumido en una simple duermevela durante toda la noche. Además me dormí tarde porque apagué la luz más allá de las dos, enganchada a uno de los capítulos de una de mis series preferidas, que era imposible que no se viniera conmigo a la Pérfida.
Era inevitable pensar, a aquellas horas, que esta mañana me iba a levantar tarde, y que no oiría ni a los peques en la calle ni olería ninguna de las cosas tan ricas que guisa mi padre. Pero lo que tampoco podía imaginar es que a las siete de la mañana me estuvieran tocando diana.
Pues sí, así ha sido. Unido al primer rayo de luz que entra por mi ventana (no hay manera humana de colocar la cortina de forma que evite el maldito rayo de claridad casi directamente a mi cara soñolienta), he oído un timbre de teléfono. Una de las vecinas del piso de al lado, al parecer, estaba llamando a alguien a través de internet. Total, que yo desde la cama, con los párpados más pesados que un quintal cada uno, y siendo la tercera en discordia de una conversación en algo que tenía pinta de ser coreano o japonés o chino o vete tú a saber qué.
Pero ahí no queda todo… La torre de babel se ha hecho un poquitín más alta, y siguiendo la tónica de no querer dejarme dormir en paz, mi compañero de piso, un keniata al que le vemos muy poquito el pelo, chapurreaba lo suyo con no sé quién, también a través de internet.
Por todos los santos! ¿Pero esto que es? ¿Videoconferencias un sábado a las siete y media de la mañana? Yo también llamo a los míos a través del internés, pero no a esas horas intempestivas… Y como que las paredes son poco más que cartón piedra, me he enterado de todo. Bueno no. No me he enterado de nada porque ni hablo coreano o chino o japonés ni keniata o vete tú a saber qué hablaban ese par, pero la mañana me la han dado y bien.
Total, que me he levantado a la ocho, me he preparado un te, me he sentado en la cama a leer y me he quedado frita. Eso sí, a las ocho y media en punto como un reloj, los dos parlanchines se han callado. Se deben haber quedado fritos como yo… Y yo que pensaba que la más gritona del piso era yo porque las veces que estoy conectada a internet me pego unas risas yo sola que no veas…
Claro que visto con frialdad, si analizo la torre de babel matutina, con lo que me cuentan mis nuevos amigos de la facultad y exceptuando alguna que otra anécdota culinaria con mi compañera americana que un día de estos tengo que contaros porque no tienen desperdicio, yo estoy viviendo en la gloria bendita.

4 comentarios:

Grishka dijo...

Ahora puedes entender como se sentía tu hermana el día de la final de baloncesto en los JJOO...

Aunque esto también te pasa por no irte a dormir con las gallinas y quedarte pegada a la tele...

Aunque, si no recuerdo mal, tenías un ipod por ahí. ¿Qué tal unos auriculares y un poco de Delereue, por ejemplo)

emma woodhouse dijo...

Grishka me tienes intrigadíssima!! Sabes de mi obsesión por Delarue... y te acuerdas de mi pobre hermana el día de las semifinales de básquet....

Date a conocer hombre/mujer... que eso no se hace... mandame un correíto...

Jijiji... y lo de las gallinas.. tienes razón.... pero tengo los horarios aún algo alterados... no sé cuando comer ni cenar ni nada....

Grishka dijo...

Emma, espero que no te hagas ilusiones conmigo y creas que has ligado, porque soy mujer, hetero, casada y con una niña de un añito.
Me hace gracia que estés intrigada. Si quieres, jugamos a las pistas.

emma woodhouse dijo...

No, no pienso que he ligado.. yo nunca ligo.... Eso está visto que no está hecho para mí...

Mmmmm y me parece que ya sé quien eres... me has dado unas cuantas pistas..... G...