sábado

PEREZOSO GOLDEN BLOGS - CONCURSANTE 24: EL ÚLTIMO

Escriba ha cedido el honor a Perezoso. Él es el encargado de presentar el texto a competición desde la bitácora de El Bufón Digital.

Y con este texto llegamos al final. Escriba es el último en participar en esta Primera Edición del Perezoso Golden Blogs. Ahora solo queda esperar las puntuaciones... Dejadme ser un poco "cursi" y repetir aquello de: "Que la suerte te acompañe".....

Las Ocho y Catorce.

Carla frunció el ceño guiñando de forma simultanea uno de sus ojos.Atendía perpleja a las explicaciones que aquel hombrecillo le daba con total naturalidad tras el mostrador mientras ella incrédula asentía con la cabeza por mera cortesía.

La tarde anterior al llegar a casa se había encontrado una muñeca de porcelana tumbada en el suelo del salón con la cabeza rota en mil pedazos tras el impacto.Había escuchado desde el pasillo como los trocitos de porcelana se desperdigaban por la tarima.Al inclinarse a recogerla había visto en la pequeña esfera azul de su reloj como las manecillas se desaceleraban hasta detenerse exactamente a las ocho y catorce con una precisión matemática.

Desde hacía siete días las doradas agujas habían comenzado a girar de forma vertiginosa hasta detenerse siempre en las ocho y catorce.Ocurría de forma aleatória a lo largo de la jornada con el agrabante de que desde que observara por primera vez tan extraño acontecimiento este se iba produciendo en espacios de tiempo cada vez menores sin ninguna razón aparente.

-De modo que no le ha hecho absolutamente nada?

-No ,funciona perfectamente.Tras revisar su maquinaria lo he llebado puesto desde ayer y no he observado nada anormal.

Carla sacó el reloj de la bolsita de papel que el relojero le había entregado y mientras ajustaba el cierre a su muñeca insistió en pagar el trabajo realizado a lo cual el hombre se negó hasta que no estuviera convencida de lo que le decía.

Al salir de la tienda, mientras oía el tintineo de los tubos metálicos que el hombre tenía colocados en la esquina superior de la de la puerta, no pudo evitar pensar en lo ridículo que le habría parecido al relojero su comportamiento al exijírle una solución para un problema en principio inexistente.

Carla estaba angustiada.Desconocía porque ocurría aquello pero tenía la extraña sensación de que no era casual.

Fanática, rayana en el integrismo, del mundo de las muñecas de porcelana tenía veinticuatro colocadas por todo el salón recreando escenas de diferentes épocas.

Ahora eran 23.

El hecho de coincidir aquel accidente con la enésima parada de las manecillas a las ocho y catorce fue definitivo para llevar el reloj a examinar.Necesitaba no solo convencerse de que ambos sucesos habían sido casuales si no tener pruebas reales.Que las agujas se hubieran vuelto a detener a esa hora concreta no respondía más que a un mecanismo viciado.

Carla aceleró su moto.Estaba furiosa por no haber hallado en el relojero la explicación deseada.

Recordó como esa misma mañana al oír de nuevo el ruido de la porcelana estallando sobre las laminas de roble del salón y despertar sobresaltada había visto con terror el despertador de la mesita marcando las ocho y catorce.

Miro las manecillas doradas sobre la pequeña esfera azul y sonrió al ver que eran ya casi las ocho y trece y estas seguían girando normalmente.

Al elevar la mirada se encontró con unos tubos metálicos que sobresalían del remolque de un coche.Mientras uno de ellos atravesaba su cuello le vino a la memória el suave tintinear de la puerta del relojero al cerrarse.

No sintió absolutamente nada mientras el tubo separaba la cabeza de su cuerpo aferrado a la moto.

Había leído que los condenados a la guillotina eran capaces de mantener la visión y el resto de sus sentidos durante trece segundos justo hasta que el cerebro dejaba de recibir el oxigeno que la sangre aportaba bombeada desde el corazón...

Asombrada comprobó que aquello era cierto.Podía percibir el olor de la goma quemada de las ruedas de la moto tras el frenazo.Dirigió su mirada hacia la mano de aquel cuerpo decapitado que había sido el suyo.Vio la pequeña esfera azul pero fue incapaz de oír el tic-tac del reloj.

Carla frunció el ceño guiñando de forma simultanea uno de sus ojos.Perpleja comprobó que las mancillas ya no se movían.Se habían vuelto a parar a las ocho y catorce.

Mientras perdía la visión se imaginó el suelo del salón de su casa lleno de trocitos de porcelana.

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