La “fiesta” empezó el viernes por la noche. Éramos unas 18 y nos fuimos a cenar a la pizzería. Bueno no éramos tantas al principio, pues a la novia la llevábamos engañada a la cena. Nunca había podido terminarme entera las pizzas de ese restaurante, pero el viernes, a la diez y pico de la noche y después de no comer nada des de las dos y media de la tarde, tenía el estómago que me pegaba más rugidos que un león “cabreado”. Me supo a gloria, pero la noche que me dio el “pizzorro” en el estómago tuvo bastante más de infernal. Y encima me acosté a las dos de la mañana. Una resaca de pizza me asaltó el sábado por la mañana cuando sonó el despertador a las ocho en punto. Me esperaba un día muuuuuy largo. Tuve que preparar la maleta para todo el fin de semana, porque a las cabezas pensantes de esta despedida de soltera organizaron un sábado y un domingo para no parar. A la nueve y media nos concentramos en un aparcamiento muy cerquita de casa.
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Entre que llagó una y la otra, a las diez y cuarto nos encontramos todas. En pantalones cortos y con camiseta blanca. Era inevitable que se nos divisara claramente por la calle. La fuimos a buscar a casa, cantando y llamándola a gritos desde el principios de su calle. La pobre bajó cargada con la bolsa de deporte, con una carita de asustada la pobre. Y es que no me extraña… Veinte locas de veintitantos pegado gritos a las diez de la mañana y sin saber exactamente qué le tenían preparado.
No me querría ver en una situación como esa. Bueno en realidad es que no me veo. No me veo ni de despedida de soltera siendo yo la novia, ni muuucho menos vestida de blanco esperando casarme con vete tú a saber quien. Jujjujujuju ni en los sueños más raros que tengo (y tengo muchos raros) me veo en esa situación. Pero eso es otra cosa.
De su casa nos fuimos a desayunar. Un cruasán y un cortado con hielo es lo que me sirvió la novia reconvertida en camarera, en una de las terrazas con las mejores vistas de la ciudad.
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Este era el color por la noche, antes de acostarme. Pero es que el lunes, cuando me levanté, la mano estaba amirillo-verdosa. Menudos cardenales más monos me han acompañado durante la semana…
Pero volvamos al sábado… Una vez acabamos la aventura del kayac, nos pegamos una buena merendola a base de pan con Nocilla, Filipinos de los tres colores, fruta fresquita y un buen baso de refresco con hielo. ¿Quién se resiste a unos manjares merendiles tan atractivos como estos? Os aseguro que allí no se resistió ninguna de nosotras. Recargamos las pilas y enfilamos carretera y manta otra vez, hacia el hotel que teníamos reservado para cenar y pasar la noche. Llegamos casi una hora y media después. Un sábado a las ocho de la tarde y último fin de semana de agosto, es la conjunción perfecta para encontrar retención en la carretera. Llegamos al hotel hechas polvo… Pero no había lugar para dormirse en los laureles. Eran las nueve en punto cuando entramos en el hall del hotel.
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Una de risas y cachondeo!!! Puaf! Que si una cena interactiva, que si ahora me pasas esto, que si ahora los chicos que también estaban de despedida de soltero empiezan a llamar a sus novias o mujeres…
Y lo mejor… cuando entraron los camareros que nos sirvieron los postres y el café… A la novia la habíamos engañado de que tendría un boy (y ella no quería uno, de ninguna de las maneras) y cuando los vio entrar, puso una cara! Un poemilla! Una falsa alarma para ella, pero que no evitó que nosotras empezáramos con el cachondeíto de turno. Además, uno de ellos, nos siguió la coña y nos pegamos unas risas muy buenas. Al final acabamos haciéndonos fotos con los dos, y uno de ellos seguro que presumirá de ellas cuando vuelva a su país, porque era polaco y al día siguiente volvía a su casa.
¿Y al día siguiente relax y playita? Sí, pero no de buena mañana. La resaca fue durilla.
Pero a las diez y media estábamos en el salón de los desayunos poniéndonos las botas para intentar reponer fuerzas. ¡Qué buenos están los desayunos en un hotel! Pan de todo tipo, embutidos, pastas y bollería, cereales, café, infusiones… Lástima que a mi me cueste bastante hartarme a comer por las mañanas recién levantada. Pero si hay que hacer un esfuerzo… se hace… ¡Faltaría más!.
Acabamos de desayunar y nos fuimos a la playa. Pero no a “tumbarrarnos” en la arena. Aún no había tregua para una a la que no le va demasiado eso de las actividades acuáticas. (Que sí, soy yo). Esta vez abandonamos los remos por una lancha a motor, que nos llevó a unas calas cercanas donde unas intrépidas sirenas se lanzaron al agua.
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Servidora, que de intrépida en temas acuáticos no tiene nada, prefirió quedarse en a bordo y tomar el solecito. Pillé moreno, sí señor. Lo suficiente como para aterrizar el próximo viernes en Londres y que se note un poquito que soy mediterránea.
Y después de eso, una buena comidita en un restaurante enfrente de la playa para reponer fuerzas a tan trepidante mañana. Sí, digo trepidante, porque conseguir que yo me suba a una lancha motora a una burrada de velocidad, o que me pase casi tres horas remando en una canoa de kayac en medio de un río (por muy tranquilo que sea) supera todas mis expectativas para pasar un fin de semana.
No me van mucho eso de las actividades físicas. Quizás porque soy una patosa de cuidado y allá donde voy acabo tropezándome con lo que encuentro delante; o porque soy un poco endeblucha y me canso con facilidad; o porque las actividades en el agua me ponen un poco nerviosa pues al quitarme las gafas no veo absolutamente nada… El caso es que el fin de semana fue diferente, divertido, pero absolutamente agotador. Llegué a casa el domingo por la tarde, absolutamente hecha polvo. Más cansada que si hubiera estado una semana entera de vacaciones, y con la sensación de que había pasado mucho tiempo desde que me fui de casa el sábado a las nueve y media de la mañana.
Parece mentira lo lejos que parecía estar la despedida de soltera de mi amiga E, y resulta que ya ha pasado de largo. Si es que el tiempo corre o casi vuela cuando menos te lo esperas y que me lo digan a mí, que ya ha empezado la cuenta atrás. Faltan 6 días…
7 comentarios:
Bueno, te habrá ido bien la experiencia para no comerte el coco con el tema de Londres. Seguro que, en lugar de soñar que haces maletas, ahora sueñas que se hunde el kayac o alguna cosa así...
¡Que peligro¡¡¡ 20 mujeres sueltas y sin poder atarlas¡¡¡ jajaja
besos
siempre es bueno romper con la rutina...
Que bien te lo pasas jajaj
Besos so bruja :)
Qué peligro tendrías juas. Pero lo cierto es qu7e fue una despedida que se sale de lo normal.
Un beso y suerte con lo de Londres :)
Vaya juerga!!!
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